Cada septiembre se da la situación perfecta para ponernos en forma. Para fines de verano estamos tan atiborradas del despilfarro calórico que lo único que queremos es poder bajar unos kilitos. A la misma vez, el síndrome post-vacacional tiene un peculiar efecto amnésico que borra los fracasos de años pasados y nos permite soñar, una vez más, con convertirnos en una Jane Fonda, Eva Nasarre, o una concursante en el Ninja Warrior. ¿Por que no? Soñar es gratis.

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Ademas, en septiembre empiezan a salir mil ofertas. Hay tantas actividades que no llegaríamos a probarlas todas en una vida. Hay padel, zumba, spinning, boxing, pilates, hatha yoga, vikrum yoga, kundalini yoga, ni-loca-voy-a-ese-cuartucho-que-huele-a-pies yoga, y la última moda, clases de sirena, en serio, hay clases donde aprendes a nadar con un traje de sirena).

Con toda la información a favor del ejercicio, con acceso fácil y económico a gimnasios, clases y polideportivos, con toda la presión mediática para perder de peso y estar más musculada que Demi Moore en La Teniente O’Neil, con el atiborro de las vacaciones y todo el entusiasmo del mundo, aun así, a la mayoría de los Españoles nos cuesta mantener una vida activa.

Según la Encuesta de Hábitos Deportivos en España 2015 hecha por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, menos del 50% de la población mayor de 15 años mantienen una rutina de ejercicio constante. De ellos, una mitad hace ejercicio a diario y la otra mitad lo practica semanalmente. El resto de la población hace ejercicio una vez al mes, una vez por trimestre o nada.

Sabemos que necesitamos hacer ejercicio. Sirve para prevenir enfermedades, mejorar el estado anímico, despertar el metabolismo, el libido y la mente. Sin embargo, el indice de sobrepeso va en aumento, y desde el 2016 más de un 60% de la población padece de obesidad (21.6%) o sobrepeso (39.3%).

¿Qué solución nos ofrece la gran mayoría de las entrenadoras personales, los nutricionistas, las revistas de moda y los blogs?

Nos dan la respuesta estandard: para bajar de peso solo hay que comer menos y ejercitar mas. Es cuestión de matemáticas y de sumar calorías.

Claro, porque es así de sencillo. Somos maquinitas sin emociones, sin hormonas ni memorias. Por eso vamos todas por la vida compartiendo selfies de nuestros sixpacks.

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Lo que nos están diciendo en realidad es que, si fallamos y no bajamos de peso, o dejamos de ir al gimnasio, es por nuestra culpa porque nos falta motivación.  En parte tienen razón, se sabe que la euforia de septiembre (y luego la de enero y más adelante la de unos meses antes del verano) no dura. De las personas que se apuntan al gimnasio en estas temporadas pico, el 30% lo deja antes de finalizar el primer mes.

Pero achacar la falta de actividad física a una deficiencia de motivación generalizada en mas de la mitad de la población no es muy coherente. En la encuesta mencionada, las personas que indicaron no hacer ejercicio citan como causa la falta de tiempo (60%). El resto dice simplemente no tener interés (20%).

Aun así estas razones no llegan al fondo. Porque si realmente queremos algo creamos el tiempo para hacerlo.

La verdad es que hay tres aspectos socioculturales que se mencionan poco o nada, y son realmente la causa detrás de nuestra relación conflictiva con la actividad física:

1)  Desde pequeños nos enseñan a ver la actividad física como una actividad extracurricular innecesaria a la hora de pensar, estudiar y trabajar;

2) La vida moderna ha creado rutinas tan extremadamente cómodas y protegidas que ya no estamos acostumbradas al esfuerzo físico, y las agujetas, el sudor, pasar frío, quedarse sin aire, tener el pulso rápido son cosas que nos incomodan y preferimos evitar.

3) Entre las mujeres, el ejercicio se fomenta principalmente como una herramienta para bajar de peso y no como una actividad de ocio que podamos disfrutar.

Es fundamental entender como nos afectan estas tres dinámicas para reprogramarnos y poder tener un vínculo sano y productivo con el movimiento.

1. El Ejercicio como obligación extracurricular

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Hemos aprendido a ver el ejercicio como algo mecánico, una obligación extracurricular que abandonamos en cuanto se nos complica el horario. Esta relación con la actividad física es algo que indirectamente nos inculcan desde pequeñas, especialmente a las mujeres.

Como explica Moshé Felderkrais, fundador del Método Felderkrais, en cuanto entramos a la rutina de la escuela primaria, empieza el proceso de desconexión con el cuerpo. De repente el movimiento está prohibido salvo en los recreos o fuera del colegio. Si tienes suerte, te apuntan a alguna actividad física extracurricular. Con mas suerte aún, formas parte de algún equipo o grupo de baile cuando eres joven. Pero ya hemos dejado de aprender a través del movimiento, vemos el cerebro como un órgano que funciona en aislamiento y mejor si estamos quietas, sentadas y atentas.

En cuanto se agregan las rutinas del trabajo y los niños, el ejercicio se aparta aun más a la periferia.  Se convierte en un hobby, un lujo que hacemos más por culpa que por deseo.  Y si tenemos sueño durante el día, tendemos a tomarnos un café con azúcar en lugar de recurrir al movimiento.

La situación se empeora aún mas con el paso del tiempo porque al estar sentados por horas cada día y no ejercitar un amplio rango de movimientos, nuestras articulaciones, músculos y huesos se van atrofiando y eventualmente deteriorando.

Básicamente,  al dejar la niñez nuestra amplitud motriz se reduce tanto que terminamos con el mismo rango de movimientos que Barbie y Ken.

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¿Como remediamos esta desconexión?

Tenemos que traer el movimiento al centro de nuestras vidas y reconectarnos con el cuerpo. Ponte a jugar con un peque de menos de tres años e imita sus movimientos. Tírate al suelo y juega con tu perro, gata, hijos, nietas, sobrinos o por tu cuenta.

Puedes empezar con estos 5 ejercicios. Elige el que quieras – todos se pueden hacer en casa y no llevan mucho tiempo.  Pero haz algo, porque al ampliar los movimientos que haces durante el día también te entrenas a salirte de tu área de confort, que es otra de las barreras a la hora de hacer ejercicio.

2. La cultura del confort y el aislamiento

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En un articulo titulado «Cual es la verdadera razón por la cual no ejercitamos y por que tienes que salirte de tu zona de confort»  la doctora Sherry Pagoto (psicóloga clínica y profesora en la universidad de Michigan) dice que parte de la razón por la cual no ejercitamos es nuestro deseo de evitar cualquier situación que nos pueda incomodar físicamente.  Ejercitar es una actividad relativamente incómoda comparada con nuestra realidad cotidiana: Mantenemos el termostato a la temperatura justa; dormimos en camas acolchadas, rodeadas de edredones y sábanas suaves; vamos calzadas a todas horas para proteger los pies; nos duchamos a diario con agua tibia; evitamos la lluvia, el viento, el sol.

Este nivel de confort primermundista nos hace intolerantes a la incomodidad mas sutil. En realidad, no es que el ejercicio sea incómodo, sino que nuestras vidas son demasiado cómodas.  Pagoto provee una lista de las excusas que sus pacientes le dan con frecuencia cuando le explican por qué no hacen ejercicio:

  • No me gusta sudar
  • No me gusta pasar frío
  • No me gusta pasar calor
  • No me gusta quedarme sin aliento
  • No me gusta que se me desarregle el pelo
  • No me gusta tener agujetas
  • No me gusta que me salgan ampollas o callos
  • No me gusta mojarme en la lluvia
  • No me gusta levantarme de la cama cuando esta oscuro y frío
  • No me gusta salir de noche cuando esta oscuro y frío
  • No me gusta ensuciarme

Al vivir tan aislados del los elementos de la naturaleza y al mismo tiempo tan desconectados de nuestros cuerpos, el ejercicio se convierte en nuestro antítesis.  Aunque añoremos ponernos en forma y bajar de peso, esta mas que demostrado que las recompensas inmediatas (evitar la incomodidad) siempre pesarán más que las recompensas a largo plazo (bajar de peso).  Entonces siempre optaremos por no incomodarnos.

¿Qué aconseja la doctora Pagoto? Salirse de la zona de confort, «Camina bajo la lluvia sin sombrilla, suda, quédate sin aliento, deja que te salgan ampollas y callos, ensúciate.»

Pero nos queda un punto más, porque aún si conseguimos reprogramarnos y ver el movimiento como algo fundamental de la vida, y nos animamos a expandir nuestra área de confort, todavía nos faltaría romper con la dinámica de ejercitar para adelgazar, en vez de participar en actividades físicas con el objetivo de divertirnos, mejorar la salud y mejorar la calidad de vida.

3. La obsesión con bajar de peso en vez de disfrutar del movimiento

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Los medios de comunicación no fomentan mujeres fuertes y activas, sino bellas y esbeltas.

Es un mensaje que parecería ya ser parte de nuestro ADN y nos afecta de una manera descomunal. Del 11 al 15 % de las mujeres en España padecen de algún nivel de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) y el 76%  dice querer adelgazar.

Con esas cifras, no es sorprendente que las mujeres tiendan a usar ‘perder de peso’ como su motivación principal para ejercitar. Lamentablemente, es una perspectiva que nos crea un conflicto perpetuo, porque la mejor manera de mantenerte activa es disfrutando de la actividad que haces. Si nos enfocamos en los resultados en vez del proceso, continuamos perpetuando nuestra desconexión con el cuerpo. El cuerpo se convierte en el enemigo que tenemos que manipular, en vez de un aliado que nos permite estar en el momento presente y entender quienes somos, que queremos y que necesitamos.

Perder de peso no es cuestión de hacer un esfuerzo descomunal por un corto plazo y luego volver a la rutina. Tener sobrepeso es una señal de un desequilibrio hormonal, nutricional, físico, emocional o mental. Son muchas las causas que pueden estar afectando tu cuerpo. Por lo tanto bajar de peso no es cuestión de simplemente adelgazar, es cuestión de hacer un cambio de vida y optar por el movimiento, la dieta saludable y la relaciones sanas.

No te preocupes por perder de peso. Enfócate en descubrir que tipo de actividades, clases o deportes de permiten disfrutar del movimiento. Combina un aumento de la actividad con una dieta sana y balanceada. Tu cuerpo se irá ajustando a tu nuevo modelo de vida y cambiará de peso y de forma. Seguramente tu mejor tu (sana, fuerte y activa) tenga absolutamente nada que ver con los cuerpos que ves en los medios, porque estar delgada no siempre es sinónimo de salud y vice versa.

¿Como redescubrir el placer del movimiento?

Redescubrir el placer del movimiento no es cuestión de gimnasios, ni de clases, ni de dietas, es cuestión de primero y principalmente recuperar los movimientos olvidados, reconectarnos con nuestro cuerpo, expandir nuestra amplitud motriz, salirnos de la zona confort y olvidarnos de bajar de peso para poder enfocarnos en estar sanas, fuertes y activas.

Es un proceso. Es un cambio de vida. Es un olvidar para redescubrir quienes somos y que es lo que realmente necesitamos.

 

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